Colombia enfrenta una nueva etapa en su lucha contra el narcotráfico con la reciente decisión gubernamental de retomar el uso del glifosato para erradicar los cultivos de coca. Esta medida, anunciada por el ministro de Defensa Pedro Sánchez el 9 de abril, representa un cambio significativo en la estrategia nacional contra la producción de cocaína en un momento crítico para el país.
El retorno del glifosato como estrategia antinarcóticos
El gobierno colombiano ha confirmado oficialmente la reactivación del programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante la “pulverización terrestre” de glifosato. Esta decisión surge tras una década de haber abandonado esta controversial estrategia de fumigación. El anuncio llega en un contexto donde la producción de cocaína en Colombia ha alcanzado niveles históricos, planteando serios desafíos para la seguridad nacional e internacional.
Según los reportes oficiales, la policía antidrogas ya ha tramitado un importante contrato para la adquisición del herbicida. La inversión asciende a aproximadamente 7,7 mil millones de dólares destinados a la compra de un pesticida químico de uso agrícola con glifosato como ingrediente activo garantizado. Este movimiento señala la determinación del gobierno para enfrentar el problema desde su raíz: los cultivos de hoja de coca.
Durante la conferencia de prensa, el ministerio de Defensa detalló que la erradicación se realizará “a nivel del suelo”, diferenciándose de las antiguas fumigaciones aéreas que generaron mayor controversia. El jefe de la policía nacional, Carlos Fernando Triana, ha explicado que este plan forma parte de una estrategia más amplia que busca desmantelar toda la cadena de producción de la cocaína.
Los críticos del programa señalan que esta medida podría tener consecuencias ambientales significativas para los ecosistemas colombianos, similares a los impactos que otras actividades agrícolas intensivas generan en el país, como la huella ambiental de la caña de azúcar en el ecosistema nacional.
Impacto social y ambiental de la fumigación con glifosato
El uso del glifosato para combatir cultivos ilícitos conlleva importantes debates sobre sus efectos en diferentes ámbitos. Entre los aspectos más controvertidos destacan:
- La posible contaminación de fuentes hídricas cercanas a las zonas de aplicación
- Efectos adversos sobre cultivos lícitos de comunidades campesinas
- Potenciales riesgos para la salud de habitantes de zonas rurales
- Impacto en la biodiversidad de regiones con alta importancia ecológica
- Desplazamiento de comunidades afectadas por las fumigaciones
Organizaciones ambientales han manifestado su preocupación sobre el retorno de esta práctica, señalando que la estrategia podría afectar negativamente ecosistemas frágiles y comunidades vulnerables. Sin embargo, los defensores de la medida argumentan que la aplicación terrestre, a diferencia de la fumigación aérea, permite una mayor precisión y control sobre las áreas tratadas.
El debate se intensifica cuando se consideran los estudios científicos que han vinculado el glifosato con problemas de salud a largo plazo y daños a los ecosistemas locales. La Organización Mundial de la Salud clasificó este herbicida como “probablemente cancerígeno para los humanos” en 2015, lo que ha alimentado la controversia sobre su uso.
Periodo | Estrategia implementada | Resultados en cultivos de coca |
---|---|---|
1994-2015 | Fumigación aérea con glifosato | Reducción temporal con posterior desplazamiento |
2015-2025 | Erradicación manual y voluntaria | Aumento progresivo de hectáreas cultivadas |
2025-actualidad | Fumigación terrestre con glifosato | Resultados por determinar |
Alternativas y futuro de la política antidrogas colombiana
Frente a la controversial decisión de retomar el uso del glifosato, diversos sectores sociales y políticos han propuesto enfoques alternativos para enfrentar el problema del narcotráfico. Estas propuestas incluyen programas de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos acompañados de desarrollo rural integral, inversión en infraestructura para zonas tradicionalmente cocaleras, y fortalecimiento de la presencia estatal en territorios dominados por grupos armados ilegales.
Los defensores de estas alternativas argumentan que atacar únicamente el eslabón más débil de la cadena productiva —los cultivadores— no resuelve las causas estructurales del problema. Por ello, proponen un enfoque más holístico que combine:
- Programas de desarrollo alternativo económicamente viables
- Fortalecimiento institucional en zonas rurales aisladas
- Combate a las estructuras financieras del narcotráfico
- Política de salud pública para el tratamiento del consumo
Mientras el gobierno avanza con su estrategia de erradicación mediante glifosato, el debate sobre la efectividad y sostenibilidad de esta medida continúa en todos los ámbitos de la sociedad colombiana. Expertos señalan que cualquier política antidrogas debe considerar las complejas realidades sociales, económicas y de seguridad que enfrentan las regiones productoras.
En este contexto, la decisión de reintroducir el glifosato refleja la urgencia del gobierno por mostrar resultados concretos ante el crecimiento de la producción de cocaína. Sin embargo, la historia demuestra que las estrategias a largo plazo requieren un abordaje multidimensional que vaya más allá de la simple erradicación de cultivos.
Para muchos analistas, el desafío principal consiste en encontrar un equilibrio entre la necesidad inmediata de reducir la producción de cocaína y la construcción de soluciones sostenibles que atiendan las causas profundas que alimentan el ciclo del narcotráfico en Colombia.
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