La capital colombiana cumple un hito histórico en medio de la emergencia hídrica que afecta a las grandes urbes latinoamericanas. Durante un año completo, los ocho millones de habitantes de Bogotá han experimentado un racionamiento riguroso que finalmente llega a su fin. Este 11 de abril de 2025 marca el cierre de una etapa crítica para una ciudad tradicionalmente reconocida por su clima lluvioso, pero que ha sufrido los embates del cambio climático como nunca antes.
El desafío hídrico de las metrópolis latinas: Bogotá como caso emblemático
Bogotá, elevada sobre la fértil meseta de la Sabana y enclavada en la cordillera de Los Andes, acaba de completar un ciclo entero bajo esquemas de restricción de agua. El alcalde Carlos Fernando Galán anunció que “la crisis de agua más grave en la historia bogotana ha terminado”, levantando los cortes a partir de este sábado. Este logro no fue casual sino fruto de un esfuerzo colectivo sin precedentes.
La capital colombiana se abastece principalmente de los embalses circundantes, siendo el páramo de Chingaza su principal reservorio. Sin embargo, el fenómeno de El Niño, intensificado por el cambio climático, provocó una sequía extrema que redujo dramáticamente los niveles de agua. Resulta paradójico que el sexto país más rico en agua dulce del mundo haya enfrentado tal escasez en su capital.
El sistema de racionamiento implementado desde abril de 2024 estableció cortes de 24 horas cada nueve días según la zona, un esquema que, aunque impopular, resultó efectivo. La administración municipal incluso estableció un temido “Día Cero” que activaría medidas más severas si el Sistema Chingaza descendía al 36% de su capacidad, escenario que afortunadamente nunca se materializó.
Sistema | Aporte actual | Aporte habitual |
---|---|---|
Chingaza | 53% | 70% |
Tibitoc (río Bogotá) | 44% | 25% |
Sumapaz | 3% | 5% |
Ciudad de México y São Paulo: las otras gigantes bajo presión
El caso bogotano no es aislado. Las grandes metrópolis latinoamericanas enfrentan desafíos similares, aunque con particularidades propias. Ciudad de México, con casi 10 millones de habitantes en su núcleo y otros 12 millones en su área metropolitana, sufre un estrés hídrico profundo amplificado por una sequía que se extiende ya por tres años consecutivos.
La megaurbe mexicana depende en un 30% del sistema Cutzamala, una red de presas que en 2024 descendió a niveles históricos mínimos. El resto proviene de pozos y del acuífero local. La paradoja resulta evidente: una ciudad construida sobre antiguos lagos enfrenta escasez crónica, al punto que México ostentó el récord mundial de consumo de agua embotellada.
São Paulo, con sus 22 millones de habitantes metropolitanos, atravesó hace una década una crisis similar. El sistema Cantareira, su principal fuente, estuvo a menos de 20 días de agotarse completamente. Aunque no se implementaron turnos formales de racionamiento, muchas zonas quedaron sin agua hasta 12 horas diarias debido a la reducción de presión en las tuberías.
Las principales causas de la crisis hídrica en estas megaciudades incluyen:
- Impacto del cambio climático en los patrones de precipitación
- Crecimiento urbano descontrolado
- Infraestructura obsoleta con altos porcentajes de fugas
- Sobreexplotación de acuíferos
- Deforestación en cuencas hidrográficas
Aprendizajes y retos futuros para la seguridad hídrica
La crisis bogotana ha dejado lecciones valiosas. Como señalaba el diario El Tiempo: “De una forma dura los bogotanos nos hemos dado cuenta de que los recursos naturales no son inagotables“. Esta toma de conciencia colectiva representa quizás el legado más importante de este período de restricciones.
Durante este año crítico, los habitantes de la capital colombiana se familiarizaron con sus fuentes hídricas. Descubrieron que el Sistema Chingaza, construido a partir de 1969 en lo que posteriormente sería declarado Parque Natural Nacional, proporciona normalmente el 70% del agua. También aprendieron sobre la importancia del páramo de Sumapaz, el más grande del mundo, y del río Bogotá a través del Sistema Tibitoc.
Las alternativas que Bogotá evalúa para su futuro abastecimiento incluyen:
- La posible construcción de un nuevo embalse en la cuenca de la Orinoquía, propuesta que enfrenta resistencia de los habitantes de los llanos orientales
- El aprovechamiento de acuíferos subterráneos, cuyo potencial aún requiere estudios detallados
- La implementación de sistemas de captación y reutilización de aguas pluviales
- Tecnologías avanzadas para reducir pérdidas en la red de distribución
La experiencia bogotana evidencia que incluso ciudades tradicionalmente húmedas deben prepararse para escenarios extremos derivados del calentamiento global. Cuando se diseñaron los sistemas actuales de abastecimiento, tales períodos de sequía resultaban simplemente inimaginables.
El reto para las autoridades consiste ahora en mantener la conciencia ciudadana sobre el valor del agua, incluso cuando la crisis inmediata haya pasado. La creación de instituciones especializadas, como la Secretaría del Agua en Ciudad de México, demuestra que la gestión hídrica requiere un enfoque estratégico permanente frente a las condiciones climáticas cada vez más impredecibles.
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