La década de 2016 marcó un hito histórico para Colombia con la firma del acuerdo de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Este pacto prometÃa poner fin a más de seis décadas de conflicto armado que habÃa dejado profundas cicatrices en la sociedad colombiana. Sin embargo, a casi una década de distancia, la reintegración de los excombatientes sigue siendo un proceso complejo y frágil.
El acuerdo de paz y sus desafÃos para la reintegración
El acuerdo firmado en 2016 contemplaba seis puntos fundamentales que buscaban no solo el desarme de la guerrilla más antigua de América Latina sino también su incorporación a la vida civil. Entre estos puntos destacaban la reforma agraria, la participación polÃtica, el fin del conflicto, soluciones al problema de drogas ilÃcitas, acuerdos sobre vÃctimas y mecanismos de implementación.
Aproximadamente 13.000 excombatientes dejaron las armas y comenzaron su proceso de reintegración un año después de la firma. Sin embargo, este camino no ha estado exento de obstáculos. La transformación de un grupo armado en un partido polÃtico, inicialmente llamado Fuerza Alternativa Revolucionaria Común (manteniendo el acrónimo FARC) y posteriormente rebautizado como Comunes, representó un paso significativo pero insuficiente.
Los programas de reintegración han enfrentado múltiples dificultades:
- Estigmatización social hacia los excombatientes
- Amenazas y asesinatos selectivos
- Limitadas oportunidades económicas
- Divisiones internas dentro del partido Comunes
- Continuación de otros conflictos armados en regiones especÃficas
La transición a la vida civil requiere no solo voluntad polÃtica, sino también aceptación social y oportunidades reales. Como señala la búsqueda de desaparecidos del conflicto armado colombiano, la reconciliación nacional pasa por reconocer todas las dimensiones del conflicto y sus secuelas permanentes.
Violencia persistente: el caso del Catatumbo
El inicio de 2025 evidenció la fragilidad de la paz en Colombia. La región del Catatumbo, ubicada en el noreste del paÃs, se convirtió en escenario de violentos enfrentamientos entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y grupos disidentes. Más de 70 personas perdieron la vida en apenas tres dÃas, y miles de habitantes se vieron forzados al desplazamiento.
Este episodio no representa un hecho aislado, sino un sÃntoma de problemas estructurales no resueltos. El control territorial, las economÃas ilÃcitas y la ausencia del Estado en ciertas regiones continúan alimentando ciclos de violencia que amenazan el proceso de paz.
La situación en el Catatumbo refleja una realidad inquietante: mientras algunos excombatientes luchan por reintegrarse, nuevos actores armados ocupan los vacÃos de poder. El propio presidente Gustavo Petro reconoció estos enfrentamientos como un “fracaso de la nación”, señalando la necesidad de replantear estrategias para consolidar la paz.
El siguiente cuadro muestra la compleja situación de seguridad post-acuerdo en diferentes regiones colombianas:
Región | Grupos armados activos | Nivel de riesgo para excombatientes | Avance en reintegración |
---|---|---|---|
Catatumbo | ELN, disidencias FARC, grupos paramilitares | Extremo | MÃnimo |
Cauca | Disidencias FARC, grupos narcotraficantes | Alto | Moderado |
Meta | Disidencias FARC | Moderado | Significativo |
Antioquia | Clan del Golfo, grupos locales | Medio-Alto | Variable |
Voces de la reintegración: testimonios y realidades
Los testimonios de excombatientes revelan la complejidad del proceso de reintegración. Muchos expresan que la transición no ha cumplido las expectativas generadas durante las negociaciones. El miedo a represalias, la discriminación laboral y las dificultades económicas son preocupaciones recurrentes.
Un aspecto que merece especial atención es la situación de las mujeres excombatientes. Como documenta la socióloga Camille Boutron en su obra “Combattantes, quand les femmes font la guerre” (2024), las mujeres enfrentan desafÃos adicionales en su proceso de reintegración, relacionados con estereotipos de género y responsabilidades familiares.
Los programas de reintegración siguen estas fases:
- Desarme y desmovilización inicial
- Capacitación técnica y educativa
- Apoyo psicosocial y acompañamiento
- Proyectos productivos y emprendimiento
- Integración comunitaria completa
Sin embargo, la implementación efectiva de estos programas varÃa significativamente según la región y las condiciones locales. En zonas donde persiste el conflicto, completar el ciclo de reintegración se vuelve casi imposible.
Lecciones comparativas: el caso peruano del Sendero Luminoso
La experiencia de Colombia puede compararse con otros procesos de posconflicto en la región. El caso peruano del Sendero Luminoso ofrece contrastes interesantes. Este movimiento maoÃsta, fundado por Abimael Guzmán en 1970, desató un violento conflicto que terminó oficialmente en 2000, dejando aproximadamente 70.000 muertos y más de 22.000 desaparecidos.
A diferencia de Colombia, Perú no implementó programas formales de desmovilización y reintegración para excombatientes. Esta ausencia resultó en una exclusión sistemática que generó nuevas tensiones sociales. El surgimiento del Movimiento por la AmnistÃa y los Derechos Fundamentales (MOVADEF), vinculado a exmiembros de Sendero Luminoso, evidencia las consecuencias de no abordar adecuadamente la reintegración.
Los estudios de la antropóloga Valérie Robin Azevedo muestran que la falta de polÃticas inclusivas para excombatientes puede perpetuar ciclos de marginalización y resentimiento. Colombia tiene la oportunidad de aprender de estas experiencias para fortalecer su propio proceso de reintegración, evitando los errores observados en el caso peruano.
La paz sostenible requiere no solo acuerdos polÃticos sino también transformaciones sociales profundas que permitan la verdadera reconciliación nacional y la reintegración efectiva de quienes dejaron las armas.